Durante mucho tiempo, meses, años quizás, Mauricio perdió el arte de soñar. Ya no podía caminar por las paredes. Sus sueños eran grises, una prolongación inane de las mezquindades de vigilia. Una noche subía en calcetines una calle de barro. Otro un pilón rebosante de orines y el chorrillo fatalmente a la pernera del chandal.…